Pablo Dominguez Prieto: Sacerdote, intelectual y deportista
Existen muchas personas en Madrid que no conocieron personalmente al Padre Pablo Domínguez Prieto, pero habían oído hablar mucho de él ya que se había convertido en un personaje famoso en los ambientes académicos, pastorales y deportivos. Todo lo que se sabía de él era muy bueno y mejor aún lo que se hablaba de él. Sin duda era el sacerdote más prometedor de España a sus cuarenta y muy pocos años. Inteligente, brillante, simpático, de desbordante personalidad y sobre todo bueno. Buena persona y buen sacerdote. No me atrevo a decir que era un santo puesto que esta calificación es muy delicada, pero sé que en España hay quienes afirman que lo es. Muchos de quienes así piensan llevan sotana y, entre éstos, no pocos son purpurados.Se puede decir que Pablo era un intelectual que, en la Universidad de San Dámaso, había llegado a la cumbre como académico de la filosofía y de la teología. Sin duda era un intelectual brillante, pero además era pastor, ...un buen pastor de almas, amigo en todo momento y consolador empedernido.
El deporte que apasionaba a Pablo era el alpinismo. Amaba hacer cumbre y celebrar misa en la cima del monte conquistado con su esfuerzo, a veces, denodado. Había escalado casi todos los montes más altos de España, ...solo le faltaba escalar el Moncayo en los Pirineos Navarrienses.
Todo el mundo clerical que rodeaba a este intelectual, cura y deportista, tenía la convicción de que una mitra lo estaba esperando en un futuro no muy lejano. En eso la coincidencia era general en la Conferencia Episcopal Española. Eso sí, hubo una única discrepancia, única pero muy importante: Dios Nuestro Señor no lo quería obispo sino que lo quería con Él. ...A su lado.
El Padre se lo llevó con Él, luego de un viaje quizás más corto que el de otros. Aunque corta la vida de Pablo, él había subido tan alto que bien puede decirse que había alcanzado la cima.
Doce días antes de fallecer en la cima del Moncayo, el 2 de febrero de 2009, Pablo dio la conferencia ya publicada en el post anterior sobre búsqueda de la verdad y crisis de la razón. En esa oportunidad, de manera providencial, conoció a Juan Manuel Cotelo -quien no quería conocer a ningún sacerdote- y a partir de allí la Providencia fue entramando los hilos de una historia que fue digna de ser contada tal como ocurrió de esta manera:
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